POR EL CAMINO PRIMITIVO. Día de encuentros.

Me despierto al alba pero el albergue ya esta desierto. Recuerdo esa sensación de relax que produce levantarse sin prisa y sin plan concreto. Recuerdo a mis amigos de la velada pasada y se que los encontraré a media mañana.

Desayuno un té y después de hacer unas fotos me dispongo a iniciar la ruta. Voy subiendo El Acebo y se va cerrando el día. La niebla no es ningún problema, le da un aire muy bonito a mis pedaladas. Hay mucha tranquilidad fuera y dentro de mi cuerpo. Me siento inmerso en el paisaje. Entro en Galicia y el sol me vuelve a brindar con sus caricias.

Me detengo en el Albergue de Cádavo Baleira a coger agua para mi bote y no tengo más remedio que quedarme. Un grupo de peregrinos madrileños se han instalado en el albergue y me invitan a comer bajo un enorme roble. Pertenecen a una parroquia y les mueve la Fe. Llevan un camión de apoyo que flipas. La cocinera en un cielo y me hace mucho bien escuchar sus historias.

Estoy que exploto, me veo en la obligación de fregar toda la bajilla del grupo. Es la única manera de bajar la barriga y poder coger la bici. Mientras friego el veterano del grupo, un periodista de 29 años, me enseña muchas cosas. Me despido de la buena cocinera y del entrañable periodista con un abrazo muy sentido.

Llego a media tarde a Lugo. Busco el albergue y doy un paseo por el lugar. El albergue esta lleno. Hablo largo y tendido con el hospitalero. Una lastima que sea un subcontratado sobreexplotado por la Xunta.

Me encuentro un chico asturiano con varios amigos en común y con una pareja catalana que me hacen cambiar ni camino. Me hablan del horror del Camino Frances, de la masificación de los albergues y bla, bla,bla. Nada más escucharles ya se que haré en la siguiente etapa. Me voy de cabeza al Camino Frances.¡Que mal me pareció!

Recorrer con calma las calles de Lugo y ver a los lugareños en sus rutinas me reconforta y meterme en mi saco de dormir mucho más.