Bluetomate y el que escribe contamos con la amistad de Maite desde hace 25 años. Nos une nuestra vida laboral, nos une una gran amistad y nos une Gonzalo( Maite es la hija de uno de los importantes de este blog). Se me llena de alegria la cara cuendo digo que es mi mejor amiga y no sigo porque no tendría lineas suficientes para contar las bondades de esta chica.
Adelante Maite:
Hace unas semanas fui a la cabalgata de Reyes.
Hace unas semanas fui a la cabalgata de Reyes.
En mi existencia no ha habido ni un solo año(y ya son 52), en que no acudiese a esta cita,, si bien, aunque a lo largo de este tiempo, la motivación y mi actitud fue cambiando, no ha mermado ni un ápice mi simpatia y cariño hacia sus Magestades.Ahora ya no voceo llamandolos a su paso y a penas los miro, porque mi interés está en observar las caras de los niños.
Recuerdo esa ilusión y nerviosismo, y cómo año a año mis hermanos y yo (sobre todo mi hermano)les pedíamos una bicicleta.Mis padres nos disuadían argumentando que si nos la traían, no tendrían para llevar juguetes a tantos niños como hay en el mundo.
La verdad es que, llegado ese día, ya se nos olvidaba, porque esa falta quedaba suplida con los otros regalos que nos habían dejado. Los Reyes siempre nos sorprendían.
Pero un año sin contar con ella, ahí estaba... en el centro del comedor.No recuerdo su marca, pero sí su color azul y el brillo de sus cromados.
Me parecía estar soñando. Aquel año, sin haberla pedido, los Reyes Magos nos la habian traído. Quizas esta vez habían valorado nuestra falta de egoismo, o en esta ocasión sus Magestades tenían más solvencia económica.
En aquel momento no me cuestioné nada, sólo veía que el deseo se había hecho realidad.Ahora ya sólo quedaba organizarse para que todos pudiésemos disfrutar de la ansiada bicicleta.Contabilizábamos las vueltas al patio: dos tú, dos yo... Mi hermano se atribuía algún privilegio por ser el mayor y por ser hombre, de vez en cuando, nos dejaba subirnos al porta-bultos, y manteniendo el equilibrio, nos llevaba a una velocidad para mí de vertigo.
Recuerdo mi torpeza, caidas y ... vuelta a intentarlo. De nada valía seguir el consejo de no mirar a la rueda. Deseaba que llegase el fin de semana para que mi padre me sujetase por el sillín y mejorase mi equilibrio. No sé si era su mano fuerte o sólo su presencia lo que hacía que me sintiese más segura.
Ahora ya sólo pido a los Reyes esas cosas importantes, los "regalos invisibles", y al día siguiente de su llegada me siento contenta por continuar viva, estar con mi familia y amigos, disfrutar de las pequeñas cosas y poder realizar mi trabajo con estos "enanos"... pero no olvidaré nunca lo que supuso para mí aquella primera-bicicleta-compartida.. no fue sólo el cumplimiento de un sueño sino la prueba inequívoca de que los Reyes Magos existen.
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