miércoles, 14 de abril de 2010

En la estación.

El que escribe hoy le viene a la mente lo sucedido en aquella pequeña y desierta estación de tren, un frío y ventoso día de primavera. La estación estaba desierta y el que escribe tenía hora y media de espera. En el bar de la estación tampoco había nadie. Me senté en la barra a tomar un café y a los pocos segundos veo entrar a una bella dama. Su chapetón rojo me llamo la atención. En sus gestos pude ver elegancia y distinción. Se sentó en una esquina a tomar un té frío con limón (una de mis bebidas favoritas). Una mirada me sirvió para saber que en mi tiempo de espera, estaría acompañado.
Me gusto que tomase la iniciativa, me limitaba a escucharla. Aunque algo nerviosa me hablo de temas profesionales y también de asuntos banales. Era de esa clase de personas positivas, activas y con las ideas muy claras. Entendí que llevaba una bonita vida. Era deportista y su elegante cuerpo lo confirmaba. Su afición al teatro me hizo suponer que era una mujer con inquietudes. En más de una ocasión me quede mirándola sin escuchar lo que decía, era de esas personas con tanta energía que con solo su presencia te contagian buen rollo.
Cuando tocaban las campanas de las siete nos despedimos con celeridad puesto que nuestros trenes estaban a punto de partir pero los dos sabíamos que había sido un bonito encuentro y que el tiempo nos había pasado volando.

1 comentario:

Slim dijo...

parece de película!! extraños en un tren